17.3.09

La historia de España unida a la tauromaquia

Aina Bertran

Me permito empezar esta reflexión con una frase del filósofo José Ortega y Gasset “Es impensable estudiar la historia de España sin considerar las corridas de toros” (Caza y los toros, Ortega y Gasset, J.) y en cierta manera, al hablar de toreo se habla de arte, un arte tradicional; y aparece la palabra clave. Según algunos se trata de una fiesta nacional, un arte y un espectáculo. Y este grupo de investigación se planteo si esto va más allá de la tradición y se trata de un símbolo nacionalista, y como plasmaré a continuación nos encontramos con una controversia.

Muchos hablan, como ya he dicho, de arte y espectáculo. Un hombre calificado de valiente que se arriesga por un ritual, que como plasmaré no es nada sencillo. Y esto ha tenido mucha repercusión en el arte, literatura, música y cine. ¿Cómo un animal como el toro, y una tradición como el toreo pueden convertirse en símbolo de un país?



Si analizamos el proceso (pasos, técnicas, vestimentas y declaraciones de personas del mundo del toreo) observamos ciertas connotaciones que valen la pena plasmar en este artículo. El traje de luces, aquel que visten los toreros, no ha estado influido jamás por las modas posteriores a su surgimiento. Es curioso, porque por mucho que se trate de una tradición, muchas de nuestras tradiciones se han visto influidas, eliminadas o transformadas. Muchos de los objetos que llevan consigo los toreros, matadores, picadores, etc. datan del siglo XVII. También me ha parecido importante destacar que las vestimentas de las cuadrillas y picadores recuerdan las vestimentas de los cazadores, en sus colores y texturas.

Más adelante, cuando he analizado los pasos que deben seguir la cuadrilla para realizar el paseíllo (entrada al ruedo) tiene una cierta similitud con los estamentos sociales o clases militares. En presentarse deben respetar un orden en sus filas, en sus pasos y en sus miradas. Cosa que a simple vista, puede pasar desapercibida.
Durante el toreo, he encontrado que muchos términos religiosos dan nombre a técnicas y maneras de torear (pasos y procesos). Un claro ejemplo es la Verónica, se trata de un toreo de capa que adapta el nombre de la imagen de Verónica con el pañuelo que plasma el rostro de Jesús. Por otro lado, una festividad como el TORO ENSOGADO, practicada en muchos municipios españoles, hace honor a San Marcos.
Si nos fijamos en los pasos de unos de los procesos de la corrida, con caballo, cita (para llamar la atención del toro), encuentro (provocarle el sangrado) y salida (se le clava una puya), siguen una tendencia bélica: Toro vs. Hombre, Hombre vs. Toro. Aparecen conjuntos de tercios que atacan al toro para probar su bravura, reanimarle, alegrarle o dejarle recomponerse.

Uno de los hechos más arraigados en el toreo, y que muestra una vez más su aspecto incontable a través de la historia, es que desde el siglo XVII se sigue ofreciendo el primero toro al presidente de la corrida.
¿Las posiciones del cuerpo y de los instrumentos del torero intentan, quizás imitar artes como el baile u otros deportes? Puesto que, para considerar una buena corrida, los expertos fijan su atención en detalles de posición de brazos, puyas etc.

Después de leer breves resúmenes de la historia de España, observamos que las corridas de toros están muy arraigadas a nuestra historia desde hace muchos siglos. Se encuentras pinturas rupestres que relacionan este animal, el toro, con el ser humano. Desde ese primer contacto, apareció el “arte de torear”, la “lidia del toro”. Pero poco a poco, a pesar de que el toro proviene de las zonas de norte de África y este de Europa, se ha convertido en todo un símbolo español. Y como plasmé en otros artículos firmados con mi nombre, ¿cómo puede haber llegado a ser el símbolo del toro un símbolo de España? En cierta manera, también lo encontramos en Francia e Hispanoamérica, pero en todo el mundo se nos identifica como “el país de la piel del toro”. Incluso nosotros mismos hacemos muchísimas alusiones a estos símbolos.
Si hablamos del toreo como tal, como el que conocemos hoy en día, podemos datarlo de los siglos XVII. Durante la Antigüedad, podemos decir que trataban las corridas de toros como un aspecto tradicional y ritual de iniciación (de niño a hombre). Y muchas de sus pautas proceden de la civilización minoica. En la época de la Roma imperial, encontramos los espectáculos de gladiadores en la arena del circo romano, familias nobles que mostraban su fortaleza, cristianos que se enfrentaban a ejecuciones en público, etc. En la Edad Media, se introduce en España el uso de las lanzas relacionadas con el toreo. Y empiezan las fiestas de toros. Y una vez más se exhibe mi análisis “fiestas de toros como espectáculos en celebración de victorias bélicas”. Es en este periodo donde también se cree que fueron los musulmanes quienes utilizaron por primera vez las capas como instrumento de distracción del toro. Más adelante la nobleza usaba peones y escuderos para distraer al toro mientras arreglaban pequeños imprevistos, mayoritariamente, heridas. Y así aparecieron las cuadrillas. Es importante observar como hasta este periodo la evolución de la cultura y la historia de España avanza a la par que la del toreo. Y es importante señalar que cada avance histórico y social tiene repercusión en la tauromaquia. Hoy en día, pero, los toreros no son vistos sólo como héroes o valientes, sino cómo símbolos mediáticos de estilo y simpatía. Y en cierta manera, representantes de parte de nuestra cultura.

Si miramos la historia española, durante los años 1910 y 1920, con cierta desilusión de la población se la hace llamar la “Época Dorada del toreo”; es entonces donde mi pregunta es clara ¿Es el toreo una respuesta a una no cohesión de la población? ¿Es un elemento de unión? ¿Una unión entre personas que se encuentras en la misma situación y lugar y que necesitan sentirse unificadas bajo un mismo conjunto? Podría verificarse. Puesto que durante la Guerra Civil Española se produce un gran auge en el mundo taurino, y personajes tan conocimos como “Manolete”. Durante los años cincuenta, setenta y ochenta el toreo se va desarrollando, pero en épocas de crisis (palabra tan sonante hoy en día) crece.
Un ejemplo de esto último es el mayor peso en la decisión final de la faena del matador, el público siempre tiene mayor peso en la decisión que el presidente de la corrida. Esto puede dotar a la población de un poder que en su situación particular no tiene.


Relacionado con esto último, aparece la importancia económica que supone para nuestro país la industria de la tauromaquia (ganaderías que son exclusivas para la corrida, industria textil para la ropa del matador, participantes dentro del espectáculo, manifestaciones artísticas, etc.)
Otro detalle a incluir en esta reflexión es: ¿Por qué razón se define en el Diccionario de la Real Academia el toreo como un arte? Al haber analizado el proceso, encontramos elementos que coinciden como otros artes como la danza, la pintura etc. Pero esto nos hace afirmar que se trata de una tradición muy arraigada a nuestra propia configuración como país.



Por último quisiera lanzar el mensaje de que los españoles hemos importado el mensaje del toreo a otros continentes como América, en las colonizaciones, adquiriéndolo más tarde como suyo. Es así en países como Perú, Méjico y Venezuela.

Consecuentemente, después de esta des intencionada larga reflexión, cabe mencionar una frase textual del filosofo con el que empecé este texto, José Ortega y Gasset: “Si a muchos de los escritores y filósofos de la generación del 98 no les gustaban las corridas del toros era porque las culpaban del atraso de la sociedad española. Así, Unamuno explicaba que no le gustaban las corridas, no porque fuese un espectáculo cruento, sino porque perdía mucho tiempo hablando de ella y esto explicaba la formación cultural de sus espectadores.”
En cambio, de la misma manera que decía Ortega y Gasset, José María de Cossío decía: “Afirmo de la manera más taxativa que no puede uno comprender bien la historia de España, desde 1650 hasta hoy, quien no se haya cimentado con rigorosa construcción la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término, no de la fiesta de toros que, más o menos vagamente, ha existido desde hace tres milenios, sino lo que nosotros actualmente llamamos con ese nombre. La historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos. Y no se trata de vagas apreciaciones, sino que, de otro modo, no se puede definir con precisión la peculiar estructura social de nuestro pueblo durante esos siglos, estructura social que es, en muy importantes órdenes, estrictamente inversa de la normal en las otras naciones de Europa.”



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